Unai Agirre Unibaso
(Persona que cuida)
Unai Agirre Unibaso
“Unai, que tengo cáncer”. Fue el 2 de junio del año pasado. Habíamos comenzado el mes en el que por esta parte del mundo tenemos mayor período de luz, el mes del solsticio de verano. No era habitual que Iride me llamara por teléfono un jueves al mediodía. Ni siquiera recordaba que Edu, mi cuñado, había ido con ella a la clínica esa mañana. Pensé que se trataba de una revisión rutinaria y al de un rato lo olvidé. Pero al recibir su llamada y escucharle con dificultad debido a sus sollozos, las palabras de Iride hicieron que algo se me resquebrajase por dentro y que desde ese instante la luz del día no iluminará durante toda la tarde.
Una hora después estábamos todos en el salón de casa de aita y ama. ¡Cuánto dolor! Que desgarro, que sinsentido...todas las preguntas tenían una palabra y un horizonte cercano por respuesta: Cáncer, muerte. Incertidumbre total y una realidad que se presentó, a través de mi hermana, con una violencia que no se podía manipular ni adornar de ninguna de las formas: ¡dramática existencial!
Todos los que estábamos en casa pasábamos del silencio al llanto, al grito para tranquilizar uno al otro, tratando de explicar lo que no sabíamos. Fue Iride la que encauzó la situación: “Hoy lloramos todos, pero a partir de mañana yo no quiero ver llorar a nadie. Hoy llorad lo que queráis, pero mañana no lo hagáis delante de mí”. Lo dijo con rotundidad, sin titubeos y esas palabras sirvieron aún más para la unión de todos los que estábamos en casa. Desde ese día Iride ha tomado las riendas de la vida con tanta fuerza y decisión que ni las múltiples caídas que ha tenido (y que habrá tenido sin que el resto lo sepamos) le hayan hecho soltarlas. Son muchas las personas con las que mi hermana ha contado para convivir con la enfermedad, a cada una ha dado un papel y todos importantes. Y desde el principio esa fue mi preocupación. Saber escuchar qué lugar me daba ante esta vida que comenzó de forma violenta, dolorosa…pero ahora sé que también Vida nueva.
Yo me sentía torpe, impotente. Es fuerte el vínculo que tenemos y sentía, todavía en ocasiones lo vivo así, que no estaba a la altura. Aprovechando que se fue con su marido y sus dos hijas fuera de Bilbao entre la primera y la segunda sesión de quimio (“pueden ser mis últimas vacaciones con mis hijas” dijo), yo me fui a recorrer el tramo castellano del Camino de Santiago. Lloré y grité, me vacié y me llené en la aridez de los caminos, escuché… Nada cambió, la impotencia y el dolor seguían presentes casi en cada paso. No obstante, algo por dentro se ha ido transformando durante este último año y creo que su enfermedad tiene mucho que ver.
La palabra salud y enfermedad están adquiriendo otro significado en mí sin que ello reste un ápice a lo escandaloso en muchos aspectos de la realidad que vive Iride y otras muchas mujeres y personas en situaciones similares.
Por el camino quedan pelucas, tratamientos de quimio, recaídas, ingresos inesperados, semanas de gran debilidad física y anímica, TACs, PETs, cambios de hábitos, resonancias, miedos…
Iride está respondiendo bien al tratamiento pero la palabra incurable con la que se sigue caracterizando su diagnóstico es como una fuerte patada en las entrañas. De pronto, la veo sonreír, la veo activa, con ilusiones renovadas, y me recuerda que “la vida es más”. Me recuerda que su vida es también poco mi vida y quiero pensar que mi vida también es su vida.
Maite zaitut Iride! ¡Te quiero!.
Iride está respondiendo bien al tratamiento pero la palabra incurable con la que se sigue caracterizando su diagnóstico es como una fuerte patada en las entrañas
Me recuerda que su vida es tambien un poco mi vida y quiero pensar que mi vida también es su vida.
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