Jacinto Alises, Adicción y toxicomanía, Ciudad Real, España.

Adicción y toxicomanía

"La cara es el reflejo del alma, ahora me puedo mirar al espejo"

Jacinto Alises

Jacinto Alises

Imagen de perfil de Jacinto Alises, Adicción y toxicomanía, Ciudad Real, España

Me llamo Jacinto Alises Benegas, soy de un pueblecillo de la provincia de Ciudad Real, Villarrubia De Los Ojos, tengo 42 años, mi adicción es al alcohol y al tabaco, sobre todo el alcohol. También estuve tonteando con el hachís y la marihuana pero no era mi droga, no me saciaba.

Empecé desde muy pequeño, posiblemente por nuestra cultura, o mismo que hicieron mis abuelos, mis padres..., aquí todo se festeja, muchas fiestas donde está presente el alcohol. Mi primera borrachera fue con ocho o nueve años con tres o cuatro vasos de sangría, para mi desgracia, en vez de quedarme con las cosas malas que se produjeron ese día, me quedé con el sabor del alcohol. No lo volví a probar hasta los trece años aproximadamente.

Me quedé huérfano de padre a los cuatro años, soy el mayor de todos mis hermanos y empecé a trabajar muy joven, a los doce, trece años en campañas de vendimia, esto supuso el estar con personas mucho más mayores que yo, quedábamos en los bares, no es que esto me provocara el consumir alcohol, pero si es algo más que contribuye, también por la costumbre, el arraigo, las personas que tienes a tu alrededor, a partir de los trece años empecé a consumir de una forma más o menos habitual, no llegaba a borracheras pero era un consumo diario, no de mucha cantidad pero continuo. Compaginaba el trabajo con los estudios de bachillerato.

Estuve estudiando en Alcázar de San Juan, iba poco y me gustaban más las litronas y las chicas que ir al instituto, de todos modos aprobé los estudios de bachillerato compatibilizándolo con mi trabajo que era fontanería y calefacción. Consumía a diario cantidades importantes, no llegaba a estar ebrio pero evidentemente la costumbre te hace meterte más y más en la adicción, necesitas más para llegar al estado de embriaguez, o al estado que a nosotros nos coloca. 

Tenía claro que no quería hacer una carrera, mi madre se casó con otro hombre que también era viudo y con el que me puse a trabajar en su empresa familiar, me convertí en el cabeza de familia y el responsable de la empresa, lo que significaba más cargos y más cosas en mi mente, más responsabilidad. En la mili, también pasé un año con un consumo de alcohol muy considerable, fue un consumo bastante elevado, eramos jóvenes y allí conocí otros tipos de drogas aunque no me llegaron a atrapar. Sabía que no era mi droga, los canutos no me sentaban bien, siempre que fumaba llevaba mucho alcohol encima. Un día me dio un "amarillo" y me puse malísimo, como consecuencia dejé el consumo de marihuana.

Una vez terminada la mili empecé otra vez a trabajar, el consumo era diario después de cada jornada. Piensas que vas bien pero el mundo a tu alrededor va en otra dirección. Vas bebido con el coche, aunque no te suceda nada, te subes a un andamio bebido porque te crees más valiente, eso había que zanjarlo de alguna manera. Seguí consumiendo, tuve una relación con una muchacha que duró siete años, terminó y me provocó una pequeña depresión lo que motivó que consumiera más alcohol de lo que hacía habitualmente. Luego conocí a la que es hoy mi mujer, el consumo se redujo a niveles como los que tenía cuando empecé. Después de cuatro años empezaron a aparecer similitudes con la relación anterior, mi consumo se aceleró hasta llegar al nivel de mi primera relación, cuando lo dejamos. Mi mujer me empezó a avisar de que consumía demasiado, y que se me estaba yendo de las manos, yo tonto no soy y me daba cuenta, intentaba por todos los medios dejarlo. Jamás falté al trabajo, cumplía en ese sentido, pero no era vida, lo necesitaba, igual que se echa gasolina al coche, necesitaba "mi gasolina" para funcionar. Tuve temblores, no se lo deseo a nadie por lo que pasé y mi mujer decidió dar el paso, se informó por Internet y a través de médicos, y fuimos a un psicólogo, pero no resultó debido a mi falta de sinceridad. 

Mi mujer se siguió informando y contactamos con Emilio de la asociación ADAR, ¡bendita sea!.  Al principio, no fui convencido, pensaba que era una secta, desconfiaba porque no lo conocía. La primera semana fui obligado por mi mujer, pero cogí el hilo enseguida y entendí lo que me sucedía. ¡Qué mejor psicólogo que personas que están igual que tú!. Por eso funciona. Me llenó el ver a otras personas que les sucedía lo mismo que a mí. El primer mes costó mucho, llevaba con la adicción prácticamente 23 años, los primeros días tuve temblores de manos, sudores, espasmos musculares. Los primeros meses seguía picoteando pero sabía que ese era el sitio donde yo quería estar. El primer año, fue malísimo, pero el ver que cuando caía te apoyaban, te libera, te hace sentir bien, te levantas y vuelves a caminar. También son muy importantes los famiilares y los nuevos que vienen, nos pueden aportar mucho y enseñar muchas cosas, me veo reflejado en ellos. Es muy importante no mentir, decir la verdad te hace mejor persona. Llevo ya cinco años y ahora soy vicepresidente de la asociación.

El saber que simplemente escuchando o leyendo mi experiencia puedo influir en una persona para que inicie el camino a una nueva vida para mí es un logro. 

"El saber decir no, para mí, fue fundamental"

Foto de la historia de salud de Jacinto Alises, Adicción y toxicomanía, Ciudad Real, España

Como dice Emilio... "Hacer una foto al entrar y otra cuando pasa el tiempo". La cara es el reflejo del alma, ahora me puedo mirar al espejo. Si yo puedo tú puedes. Nadie somos superhombres. Nunca se te van a cerrar las puertas, por una vez que caigas y otra y otra, siempre te vas a poner de pie y seguir caminando día a día. Son clave la perseverancia y la constancia.

Ahora estoy feliz con mi mujer y mis dos hijas. Mi día a día lo llevo bien, con alegría, lo afronto de otra manera, hace ya tiempo que estoy bien, lo afronto con ganas, con valentía, viendo que la solución a cualquier tipo de problema el remedio no está en el alcohol, está en nosotros mismos.

El saber decir no, para mí, fue fundamental.  

  

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