Nerea Díaz, Esclerosis múltiple, Madrid, España.

Esclerosis múltiple

"La única obligación en la vida es ser feliz"

Nerea Díaz

Nerea Díaz

Imagen de perfil de Nerea Díaz, Esclerosis múltiple, Madrid, España

Me diagnosticaron esclerosis múltiple. Es una enfermedad crónica, autoinmune, neurodegenerativa y sin cura a día hoy. He llegado a estar sorda de un oído, veía mal por un ojo, con vértigos, se me dormían las piernas hasta la cintura al andar..., además, lidiaba con la amenaza de mi trabajo y la incomprensión de personas que me rodeaban.

En 2013 empecé a tener hormigueo en una pierna. Al principio no le di importancia, tardé bastantes meses en decírselo a mi doctora y fui por otro motivo. Ella reaccionó bastante alarmada y fui yo quien le quitó importancia. Después el hormigueo comenzó en un brazo, en el pecho, empecé a ver raro... Siempre tenía alguna explicación para los síntomas. Tenía muchas cosas que hacer como para preocuparme.

Dos años más tarde me diagnosticaron EM. En el último mes me habían ido preparando y, además, tenía dos amigas diagnosticadas de antes. La verdad es que cuando me dieron el diagnóstico me sentí muy aliviada. De entre las posibilidades que había, era lo menos malo y si sabía que tenía, sabía que podía hacer.

Empecé a hacer yoga, cambié la alimentación un poco, comencé con un tratamiento y solicité una reducción de jornada, que no me concedieron por necesidades del servicio. Hasta el momento me había cogido los días justos y necesarios para recibir el tratamiento, pruebas y citas médicas. Mis compañeros de trabajo fueron un gran apoyo, me daban fuerza y nunca me trataron con pena. Estoy enormemente agradecida con ellos.

Con la última baja empecé a ser dependiente y eso me causaba mucho sufrimiento. Los meses posteriores tuve mucha ansiedad porque temía que me despidieran y mi pareja perdió su trabajo. Me mandaron varios fármacos para la ansiedad y ninguno me hacía efecto. Tenía ansiedad e insomnio por el miedo. Esto me hizo empeorar aún más.

Después de meses seguía empeorando y no recuperaba las lesiones de los brotes anteriores. Comencé los trámites para la discapacidad, muy a mi pesar. Yo quería estar bien y sentirme útil.

Busqué mucha información para mejorar mi salud. Hacía bici, yoga, mindfulness, ejercicios de respiración, manualidades, agradecía cada día lo que tenía…y llegué a la conclusión de que la única obligación que tenemos en la vida es ser felices. En resumen, me puse en el centro de mi vida, cambié mi foco hacia la solución y hacía lo que estaba en mi mano.

Toda la fuerza para hacer frente a esta situación salió de mi práctica budista. A los 15 días de practicar Nam myoho rengue kyo, mi vida dio un giro y no quedó un solo aspecto sin transformar.

Los obstáculos que me encontré no eran por la EM, ya estaban antes y fue la enfermedad la que me hizo ver que tenía que enfrentarlos. Mi cuerpo llevaba tiempo mandándome señales de que necesitaba un cambio en mis rutinas poco saludables.

Quería con locura a mi pareja, pero la situación nos superaba y nos estábamos haciendo daño. En el último brote, en el momento de más vulnerabilidad y dependencia,  decidimos dejar de hacernos daño y permitirnos ser felices de manera independiente, después de 12 años de relación.

Alrededor de la máxima incertidumbre, me di cuenta de que acababa de descubrir la libertad para la creatividad. No sabía qué quería, pero sabía que podía reinventarme y hacer lo que quisiera. Cuando pensaba que no podía hacer algo, en realidad no sabía cómo, y sí pude, con imaginación y creatividad.

Empecé a conocer gente maravillosa que me brindaba el apoyo y la ayuda que necesitaba. Conocí también a la persona que hoy es mi pareja y me mostró otras formas para mejorar mi salud que ni me hubiera planteado antes. Y lo más importante, que me enamoró, es que veía más allá de mis limitaciones y me impulsó a sacar lo mejor de mí.

"Escúchate y ponte en el centro de tu vida"

Foto de la historia de salud de Nerea Díaz, Esclerosis múltiple, Madrid, España

Ya había empezado a cambiar la dieta, fue un cambio muy paulatino durante año y medio. Había visto en otras personas que un cambio brusco podía ser contraproducente,  porque no das tiempo al cuerpo a acostumbrarse. Primero, me quité los procesados, después, el azúcar refinada (eso que no debe comer nadie), bajé el consumo de carne y aumenté el de pescado y verduras, cambié los cereales por integrales, eliminé la lactosa y el gluten (descubrí que era alérgica e intolerante, respectivamente), empecé a comer ecológico y nunca, nunca, me privé de caprichos de vez en cuando o de saltarme esas pautas cuando estoy con los amig@s.

Estuve de baja más de un año. No podía trabajar, estudiar, ni llevar una vida normal. Muy seguido pasé los tribunales por discapacidad e incapacidad. Tuve la sensación de estar en un juicio donde tenía que demostrar los síntomas que tenía y que estaba pidiendo un favor en lugar de ejercer un derecho. Salí llorando de todas las visitas.

Intentaron adaptarme el puesto y al no ser posible, se tramitó una salida digna de la empresa. Podía haber seguido luchando el certificado de discapacidad, pero preferí enfocar mi energía en estar bien. Me vi con un 29% de discapacidad, sin certificado, sin trabajo y con ganas de comerme el mundo.

Por otro lado, después de 3 tratamientos y dos cambios de hospital, decidí dejar el tratamiento farmacológico. Más tarde, me confirmó mi neuróloga actual que no funcionaban porque tenía hipersensibilidad a los fármacos. En su lugar empecé varios tratamientos naturales desde una perspectiva holística y multidisciplinar. Esto es lo que a mí me funciona, no quiero decir que sea lo que le va bien a cualquiera. Pienso que son necesarios los tratamientos personalizados.

Las fundaciones, de EM y de bienestar emocional a las que fui, fueron un gran apoyo para los tratamientos, consultas y pruebas complementarias.

Fui a cursos sobre empleo y discapacidad, a charlas, conferencias, hablé con personas en situaciones similares, y lo vi claro, mi solución era hacerme autónoma. Me formé en emprendimiento y estoy colaborando en proyectos para facilitárselo a personas que se encuentran en situaciones similares.

No me conformé, transformé el veneno en medicina y ahora estoy mejor que antes del diagnóstico. He recuperado lesiones que me dijeron que no iba a recuperar y a hacer cosas que me dijeron que nunca iba a volver a hacer. Llevo más de un año sin enfermar de nada, ni siquiera de un catarro o infección. Doy gracias por la discapacidad que ya no tengo y por cada obstáculo médico, laboral, social y burocrático que me he encontrado. Mi experiencia me ha llevado a ver las carencias y dificultades cuando se tiene una discapacidad y querer transformarlo a través de mi trabajo, con base en el derecho, la investigación y las terapias naturales. Mi proyecto llegó a quedar entre los 20 finalistas del concurso de Emprendedoras 2018. Sigo trabajando en ello para hacerlo realidad.

Mi conclusión es que para tener salud es imprescindible: la alimentación, el ejercicio, el descanso, la gestión del estrés, aprender a escucharse y tener buena relación con la persona que te trata. A nivel social y laboral, veo necesario el derecho a la dignidad humana, poniendo a la persona en el centro sin hacerle de menos, teniendo en cuenta sus capacidades en lugar de sus limitaciones.

El budismo, por sí solo, no me ha curado. Me ha dado la guía para enfrentar los obstáculos, empoderándome en mi salud mediante la prevención y la sabiduría para ver el valor de esas situaciones. Lo que en su día fue causa de sufrimiento hoy es motivo de gratitud.

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